jueves, 29 de enero de 2009

Págame a la Anaís



A veces uno tiene que contradecirse para conseguir fines, a primeta vista, perversos. Momentos en que no sabemos ver la razón y nuestras pregonaciones, parábolas o convicciones mejor clavadas en el lado reflexivo del alma son derrotadas por la irracionalidad apabullante del otro lado de ella.

El último fin de semana que pasé en Lima me fui a pasar una noche de diversión con amigos del barrio pueblolibrino donde vivo. Empezó moncesón, algo relajado como unas chelas y música que nos peleabamos entre los Jonas Brothers y Calamaro, pasando por Juaneco y uno que otro memorable reggaetón. La cosa terminaría escapándose de nuestras manos pues perdimos el control de lo que deseabamos y no. Cae en bien resaltar que no nos acompañaba mujer decente alguna, ibamos sólo hombres, indecentes todos.

Uno por uno, eramos: Luciano, el siguiente lunes quince cumplía dieciocho y por fín podría ir sin miedos al Cristal Palace y entrar mostrando, horondo él, sus nuevos documentos que refutarían la cara de niño-pito que tendrá siempre. El Cristal Palace, obvio, no es un Casino o Tragamonedas, es el telo más conocido de Pueblo Libre, se rumorea que no hay pueblolibrino no virgen menor de 30 años que no lo conosca. Diego, el conquistador, no como Francisco Pizarro ni Hernán Cortez, si no a su modo, él es el pingaloca más fiel que conozco: todas las chicas, apenas ven su rostro parecido a Alejandro Sanz son capaces de regalarle desde peluchitos hasta la virginidad. Él, claro, las rechaza por dejar intacta la historia que lo ligaba a la chica que más amó y con la que ya no está. Rodrigo, de faltosos gustos para las chicas y el más chibolo de toda esa patota que saldríamos, esa noche de sábado para domingo, sin rumbo conocido. Y yo.

Además de ellos, iban con nosotros Jorge, Renato y Fantasmita, los tres amigos de la universidad de Luciano. Además de ellos, otros tres amigos más de su ex-colegio sanmiguelino nos acompañaron. A estos tres los separo en el anonimato más deshonroso pues tuvieron la concha deliciosa de no llevar un solo céntimo en sus bolsillos que ellos describían como agujereados. Vamos, no hay que condenarlos, yo lo he hecho muchas veces, es más, quise que, en la fiesta de fin de año, los brasileños compraran toda la cerveza que pudieran para que me inviten y yo no pagara nada, yo pensé que ya lo había logrado pero, días despues, Carlota me sorprendió cobrando todos los gastos ya divididos que se comían, casi casi, mi primer sueldo. ¡Pója! ¡Sacanaye! Esa mujer quiere siempre las cuentas claras y no me quedó más remedio que desfundar los dólares que guardo en un cofrecito celeste, que tiene candado para mayor seguridad. Así que podría entenderlos si no fuera porque estos tres truhanes hijos de mala madre gastaron toda su plata en una caja de Brahmas de la que no tuve noticia: se la tomaron solitos con el cumpleañero, y amigo común, Luciano.

El primer momento incómodo fue al subir al taxi, que se necesitaban dos, y ellos se instalaron en uno que no pagarían. Estos tres anónimos, los más publicitados de la Blogosfera peruana, tampoco se hicieron presentes en las cervezas de rigor que cualquier grupo de amigos que busca mujeres compra: sino cómo buscamos a las mujeres, que no salimos a buscarlas porque corremos el riesgo de encontrárlas (parafraseando a Sabina) y nos ayuda que el alcohol corra por esas carreteras sangrientas que son nuestras venas y arterias. Luego, en lo que ya constituía el ejemplo de mayor caradurismo que alguna vez se registrara en la historia, los embarcámos en taxi hasta su casa pagando con nuestra plata, qué canallas esos hombres. Desde mi perspectiva de chico-vividor-de-mis-amigos-brasileños yo recomiendo que para esas situaciones se abandone el lugar de los hechos sin pedir más dinero y caminando con la cabeza gacha, así tu hogar se ubique cruzando la Cordillera de los Andes.

Para variar, nadita innovadores nosotros, elegimos el boulevar de Barranco (un distrito chiquito y adornadito) para vomitar nuestras energías ribonucleicas sobre las chicas-cocodrilo de una discoteca, llena de palomillas (sus chicos-caimán), que se hace llamar La Jungla. Cualquiera que haya tenido la valentía de pagar los cinco soles (about 1.85 dolares, para los lectores internacionales) que cuesta la entrada ha de coincidir conmigo que el ambiente cenagoso y sexovaginoso que se respira en cada rincón del local llama a la reflexión más apresurada, y no menos alocada, de “esta noche, por fin, la hago carajo”. Acompañada por una disimulada cerrada de puño a la altura del páncreas.

Cada persona que entra tiene que sentirse necesariamente un Tarzán que acaba de nacer y ha sido puesto a propósito para que descubra otra vez los parajes indomables de la Selva que era esa discotequita. Uno puede olfatear en La Jungla diversas tribus amazónicas: sentadas en la barra, en los alrededores de la pista de baile, cerca a la puerta o en la escalera, que no es más que el conducto a la segunda planta de esa Jungla, segunda planta que está despoblada, vale decir, perfecta para algún Tarzán que haya conocido allí a su desubicada Pocahontas y quiera enseñarle formas anacondescas de amar y ser amado.

Esperábamos a las víctimas a la salida del tocador, una por una desfilaban todas muy cansaditas y sudaditas, nosotros extendíamos nuestras manos de uñas mordisqueadas para sacarlas al plató a bailar, claro que dispuestos a todo menos a bailar. Era sublevante comprobar cómo nos rechazaban para luego irse con el primer chavetero que encontraban. Éramos muchos, seguro era eso, sobrábamos, puros hombres somos caracho. Sin embargo, algunos elementos nuestros pudieron levantar y llevarse a dos chicas de ese antro para el bar del costado (El Boleto), pero eran dos chicas no más y ellos las quintuplicaban, además no nos habíamos deshecho de los chicos vividores. Así que Rodrigo y yo nos quedamos para tentar mayor suerte.

Hay que cruzar la pista a ver qué hay al fondo, dijo Rodrigo. Ya pero suave con tu billetera, le advertí levantándole la voz al chibolo de mi amigo. Pasábamos entre todos esos cuerpos danzaores con la cuidada precisión de no tocar a alguna chica-cocodrilo, pues podría, además de ocasionarle un cortocircuito a sus movimientos de licuadora humana, traernos una riña innecesaria con algún chico-caimán. Una vez al fondo, entre toda la neblina del lugar, avizoré a una minina solitaria y enclaustrada en un rincón. Todos sus amigas yacían con el cachete en el piso recibiendo el impacto de sus muy entrenados Tarzanes acaimanados. Y ella enclaustrada. Alentado por su soledad y las dos palmaditas en el hombro para la motivación del chibolo Rodrigo, me abrí paso, qué importaba, caminando sobre todo el fango y los cachetes caídos de esas mujeres.

Vamos a bailar amiga, le dije cuando llegué, intentando parecer muy seguro y perreador, pues había aprendido de la primera lección en los servicios higiénicos. Ella me miró con ojos tristes, como quien observa, ya sin tiempo de avisar, que una ola gigante viene por mí a revolcarme. Era su amiga, que se había erguido del suelo para avisarme que esa chica no bailaba y que yá yá desaparezca de allí. Manteniendo la calma y muy educado, le dije que me dejara hablar con la chica solitaria, habrá entendido mal o no me habrá escuchado que seguro pensó que la mandé a la mierda y tocó mi hombro dos veces con sus dedasos, otra vez volteé y esta vez ya era su chico-caimán que estaba dispuesto a crucificarme de cachetes al piso también. Ayudado por unas lianas colgadas en algunos arboles imaginarios salí presuroso antes que me hicieran algo esos reptilescos hombres. Nos alejamos del tumulto con Rodri, les eché una última mirada a esa tribu y las chicas-cocodrilo habían vuelto a lamer el piso, aletargadas, mientras recibían el impacto con los ojos enblanquecidos.

Salimos de La Jungla y nos encontramos con los demás descorazonados muchachos que, según contaron, apenas se les acabó la chela, los abandonaron las dos chicas. Succionadoras, pensé yo. Ahora había otro problema, los tres chicos-vividores se retiraban a su casa y el taxi lo teníamos que pagar todos con una chancha (recolección voluntaria de dinero, para los lectores internacionales). Muy decentes, Jorge y Renato, desde ahí los nuevos y poco decorosos protagonistas de lo que quedaba de la noche, pagaron la mayor parte. A mí me quedaban unos soles, como a los demás. Pero había corrido el rumor entre nosotros de que Jorge y Renato, estudiantes de la San Martín, pertenecientes al jet set limeño, muy fotografiados junto a sus familias en las de Sociales de las revistas hípicas limeñas, tenían miles de billetes más. Se encargaron de pagar la chela, que imantó a las dos chicas succionadoras, y de embarcar a los vividores a su casa.

La noche acababa y nos arrastramos tristes hacia una banca de la Plaza Bolognesi, en la bocacalle del Boulevar. Jorge y Renato no demoraron mucho en expresar lo que se les antojaba: querían ir a un telo, quién conoce uno cercano, preguntaron. Por supuesto que no iban con nosotros, iban a pagar por una mujer. Yo alcé la mano, en señal de que tenía la solución pero necesitaba un celular para llamar al más clarificado en estos temas de Geografía Sexual: el Gurú de los Telos y Burdeles, un tal Gonzalo, que recorre la noche limeña sobre su antiguo bólido recien salvado del Depósito Municipal, lo que le da un aire a calzonudo Batman que corretea por Ciudad Gótica como un Pacman hambriento, un come-mujeres-en-vida.

El problema era que no tenía su número de celular. Como eran las tres, o sea temprano, le timbré a Fabio, integrante enamorado de este bloJ, que conoce a la perfección a Gonzalo pero nada, deje su mensaje. Luego a Christian, a su Nextel. A su Movistar. Y nada, todo apagado, estaba durmiendo. De Robertino tenía un número pero nunca es seguro si él, en un arranque de ira anárquica, ya lo había roto o tal vez el muy canibal e impaciente, se lo habría comido seguro pensando liberarse de sus horrorosos ringtones. Intenté con César, un publicista rompecunas de la Católica, pero el muy borracho estaba a punto de desmayarse alcoholizado y no me pudo dar los números. Al Melón ni lo iba llamar, pues está secuestrado y no aparece hasta ahora. Sí, con este parrafo real e innecesario busco dar a conocer a la opinión pública que éste mi candoroso estaf de NV se acuesta temprano; solos, acompañados o juntos, eso ya no lo sé.
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From: Melón
To: reii
lomen locovox mi titulo evoca todo mi lamento y me es preciso explicartlo por q d sta manera tal vz vislumbre el tnue cariño o hambre, si tu quieres, q resta d tu sustancia glatinosa para mi: mea culpa ( ya ps apelo a unos tropiezos cn las cojudcs d Coelho pa q lo entiendas) y toa sua aninho: no es mas q el recordatorio d tu pertenencia insaciable vease diccionario d la real arrechura: mi potito!!!!!!
SOspecho q el ambiente dl tio sam t ha brindado al menos algun par d pechos sera eso ajam?!!! DBo dcir q tu largo eteriedad ha menguando en tanto estas ausente y no puedo evitar sonar un poco melancolico...Pro superemoslo... ya conseguist aplicarl a la peque??? un gringo dl q dba sentir celoso???? NECSITO TU CALOR LITERARIO Y SICALIPTICO!!!!!!! x mas q sea corta esta manifestacion d lo real era menesterosa x no agregar sidosa mi plegaria a las deidades cognoscentes x q ese par de nachas tan sagradas regresen conmigo solo habiendo tocado mujeres!!!!!
TU lomen enterito!!!
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Imposible. Nunca ubicaría al Gurú de los Telos y Burdeles. Debíamos recurrir a otra solución, alguien que conociera la calle barranquina, pues no queríamos terminar tan lejos. Rodrigo y Renato se separaron del grupo un rato para buscar a alguien con esa característica. Cuando ya pensábamos que, caletas ellos, habían encontrado un telo y, lo peor, estaban entrando juntos, los vimos parados al frente esperando algo, que alguien los levante, pensé antes de acercarnos. Pero no esperaban nada, tenían consigo la solución: el Taxi Driver, el ride. Él nos llevaría a burdelear.

Seguíamos siendo muchos y los taxis no querían llevarnos. Algunos se espantaban cuando le pedíamos la dirección de algún puticlub. Fue cuando yo, buscando solución, detuve mi brazo derecho en una pendiente muy pronunciada de 47 grados y deslicé, suavemente y con desprecio, la cabeza a la izquierda, estaba a un costado de la pista: un station wagon blanco se estacionó y le hice la pregunta, así solito, mister, cuánto me cobra al burdel más cercano (que, en realidad, no conocía). Quince soles, respondió. ¿Y cuál es?, indagué. El Emmanuel, mi hermano, es ficho, respondió y advirtió a la vez. Los calentones de mis amigos, al ver que estaba durando más de un minuto con el taxista, se acercaron a preguntar por otros destinos. El Emmanuel, según recordaba las noticias de mi amigo Christiansol, era fichísimo, por consiguiente, todos no podríamos entrar ( : para ese rato, toda la gente se había animado entera a ir y salir, no importa, partidos en dos por tanto sexo salido de los billetes). Algunos preguntaron por los afamados antros de perdición cercanos a la Plaza San Martín, donde ya conocía uno y sabía que no era la mejor opción. Fue hacia donde nos dirijimos. Yo estaba preocupado: tropezaría con la misma piedra de la avenida Colmena.

Al llegar, los muros blancos que rodean esa Plaza se veían así mismo, sin colores, sin gente. No quisimos bajarnos y el taxista casi se molesta. Él ofreció llevarnos al Centro de Lima, un burdel conocido como La Nené, pero, claro, saldría más caro jovencitos, nos dijo el mister. Pero tío, mi amigo Luciano va debutar pues no sea usura, son sus dieciocho pe tio, reclamábamos, nos parecía lo justo. Nada, nada ya págenme entonces y bájense aquí, nos canceló. Pero, el último recurso, el en-ese-momento-copiloto del taxi, que tambien quería debutar, el buen amigo Fantasmita se inmoló: ya, yo pago la diferencia. Bueeeeeena Fantómas, ¿para eso si hablas no maricón?, hasta te quedas sin pasaje, bien ahí, vamos a cachar Fanti, le decían sus compañeros de universidad.

El taxi siguió avanzando en medio de todo el abandono que es esa parte de la ciudad de Lima. Todo se volvía tenebroso y se iba llenando de telarañas, fábricas de fábricas pasaban por nuestras pupilas. Estabamos cerca a la avenida Colonial, corazón industrial de la cuidad que, no sabía, cobijaba tambien fábricas de sexo mercenario. El taxista, ya nuestro cómplice, se ofreció a esperarnos fuera de La Nené. Desde aca le agradesco por ese gran gesto, que íbamos a pagar por diez soles más, pero eso no importaba. Media hora no más tío, Fantasma y Lucianito son vírgenes así que, you know, en cinco minutos salen (bendita leyenda), le dijeron para animarlo. Algunos eran menores de edad pero eso, en Lima, se arreglaba con más billete de los niños ricos (cabe mencionar que no era nuestra intención colgarnos de los billetes de los niños ricos pero ellos, salvadores, ahí estuvieron en esos momentos-muerte).

Es así que llego por fin al escenario final de este relato: la miniciudad que era La Nené. Eran 25 puertas con mujeres en el umbral, todas vestidas con bikinis o, menos bien, desvestidas hasta el hilo. Las mujeres plantadas en cada puerta íban desde una colombiana que decían era el hembrón, el jale de ese burdel, hasta las otras poco agraciadas y ajadas señoras de las ocho decadas. Estuvimos pegados a la barra, todos juntos, protegiéndonos. Ahora qué hacemos, quién es el primero en avanzar. Jorge y Renato íban a morir sí o sí. Las dudas recaían en los demás, los chicos ricos seguro le pagarían las rameras a sus amigos de universidad, era natural por la afinidad y las promesas de “despues te pago”. Yo, solo al ver el paisaje, supe que iba mirar y tocar todo lo que pudiera, mas no entrar. El primer movimiento fue irnos todos al baño que quedaba al fondo del local, es decir, era una excusa para cruzar todos los cuartos y ver juntos la oferta de La Nené.

No sé porqué pero nadie entró con la colombiana. Ha de ser por la repulsión comprensible que generaba sus curvas rerecorridas. Al volver del baño ya estábamos separados, unos metiendo sus narices en los senos de algunas chicas y otros encuestando a las damas para preguntarle qué cosas incluía el servicio. Jorge, Renato, Luciano y Fantasmita indagaban los servicios de la chica del bikini celeste, vamos a decirle Carmina. Habrán hecho el yanquempó, no sé, pero Jorge y Renato entraron, uno después del otro, con Carminita de cabellos negros. Yo me separé de ellos pues había encontrado a una dama misteriosa de bikini negro que hacía equilibrio con la cuerda de una ventana que estaba encima de ella (probablemente era el aire acondicionado). Tal vez esa contorsionada pose de circo me llamó la atención. Un hombre estaba junto a ella y le pregunté, casi con una exclamación de amigos que se conocen mucho, si iba a entrar con ella, me dijo que no, haciendo un ademán muy dandi permitiéndome el paso, y yo proseguí. Debo reconocer que fue atrapándome la Anaís.

Anaís se llamaba, o eso me dijo. Ese nombre me gusta, no se puede pronunciar sino es con una mueca de sonrisa en el rostro. Vamos, intenten. AnaiS. La S (ese) del final es la que comenzó y terminó por dibujar una sonrisa en mi rostro cuando repetí su nombre. Tenía ojos pardos, el cabello del mismo color y enrulado. Un bonito cuerpo, que es lo que le importaba que le dijera y se lo dije.

Mientras tanto, mis amigos seguían deambulando por cada puerta. Jorge ya estaba empiernado con Carmina la de celeste. Algunos elementos nuestros esperaban en la puerta, no sé con qué objetivo, seguramente saludar al reciente penetrador que saldría con rostro de “puta, se acabó”. Al salir, Jorge todavía se acomodaba la casaca y verificaba que su pantalón no tuviera el cierre abierto. Ahora le tocaba a Renato. Mientras él hacía las polichinelas necesarias para no acalambrarse luego, Carmina caminaba muy caballerosa hasta la caja para cancelar la siguiente sesión, con Renato. Inexplicablemente, vi entrar al chibolo Rodrigo al dormitorio de Carmina, con “unos-cuantos-más”. Puta que que huevones estos, que mierda harán, pensé mientras escuchaba que Anaís me decía que estudiaba en la universidad Alas Peruanas. “Unos-cuantos-más” salieron riéndose y Rodrigo no salió. Estaba instalado debajo de la cama: esperando que Renato y Carminita cerraran la puerta. No podía creer lo que veía, qué loco era mi amigo, había quemado, iba presenciar porno en vivo, aunque sin ver, solo escuchando, soportando el peso del sexo sobre él. En ese momento supe que mi amigo Rodrigo era único, un baluarte nacional, una insignia del CIFO (su colegio) nisiquiera su hermano, el llorón de Martín, lo igualaría alguna vez. Merecía algunos galones y honras militares por tamaña acción parecida a las que hacen en las guerras los comandos anfibios.

Sin haber tocado nada, Rodrigo salió más feliz, y más sano tal vez, que Renato y Jorge. Yo, sin tiempo para sorprenderme, seguía mi cháchara con Anaís: ¿Y cuánto ganas por noche? ¿Y si ganas eso porqué sigues aca? Ah ya, era para tu segunda carrera. ¿Crees que tu familia en la selva sabe algo de lo que haces? Tu haces de todo ¿no? ¿No me quieres hacer una rebajita? Vamos no seas mala, es que no tengo ese dinero.

El brother dandi que me había dado permiso se nos acercó. Conocía a Anaís, había pagado por ella dos veces y ahora se unía a nuestra conversación en clave de entrevista pelotuda. No me molestaba hacer un trío verbal, me gustaba, me enteraba más cosas de Anaís y del brother dandi. Era de la UNI, una universidad de matemáticos, y venía muy seguido. Anaís, a pesar que se había vuelto mi amiga y yo su potencial comprador, no ocultaba las ganas que tenía de que Ceferino, el brother dandi, la hiciera suya, por tercera vez Ceferino, ¿no?.

El descuajeringado Rodrigo se acercó peligrosamente a mí, dejé un rato la entrevista. Oe qué le dices, me preguntó. Le recito poemas, a ver si me rebaja el precio, huevón, le dije ya cancherísimo. ¿Y quién te lo pagará?, retrucaba. Ya pes, le pido a Renatín o al Jorge ese, ojalá me den, dije avinagrado y algo desanimado. Fue cuando él avanzó hacia ella y empezó a hablarle: ¿Cuánto me cobras por darme un beso? Ya, mira, cinco soles y entramos, me bajo el pantalón y me la frotas; Anaís se notaba ofendida, Rodrigo no sabía tratar a una puta. Ella se lo dijo con otras palabras: qué te crees oye chibolo, ya salte de acá. De verdad pues amiga, insistía él. La locura de Rodrigo lo llevó muy lejos, la trató pésimo, la humilló. Ceferino mostraba sus ingenieros dientes de la algarabía que le produjo ver esa escena.

Rodrigo se retiró y yo proseguí con el trío. Perdónalo, porque no sabe lo que hace, le decía yo en su nombre. Qué le pasa a ese chibolo, contestaba ofendida aun. Sí, bueno, ya con esta aprenderá, seguía yo con mis disculpas ajenas, muy seguro de que la equivocación venía de su adolescente cabecita de futbolista de menores del Circolo Italiano.

Mis amigos esperaban, ya afuera amanecía, Luciano y Fantasmita arrugaban para debutar allí. Yo la seguía haciendo larga con Anaís y Ceferino. Había decidido entrar, pero me faltaba el dinero, tenía que mendigarselo a alguien: como los tres repulsivos anónimos chicos-vividores del comienzo de la noche. Ni siquiera intenté pedirselo a Jorge o a Renato, sino a Ceferino, que no lo conocía ni de dos horas: brother, págamelo pues, cincuenta luquitas no más. Mira, yo voy a trabajar en Estados Unidos, te prometo por el amor de Dios, que te pago cuando regrese. Es en serio, en estas cosas yo no bromeo man. Ya, está bien, págame la mitad.

No, Cefe, entra tú, intervino Anaís. Me quedé parapléjico, no porque me hubiese partido la cara con esa frase, sino porque, pese a esos ruegos de ramerita humillada, el futuro ingeniero, putañero él, se hacía de rogar. Yo casi hincándome de rodillas para pagarle a Anaís y él, teniendo la lana, dejaba que se lo pidieran enfáticamente. A qué clase de mounstruo le quiero sacar dinero, pensaba. Ya, entra tú ya, mira que te lo está pidiendo, ahora lo alentaba yo a él. El sonreía mostrando los braquets plomizos de sus dientes llenos de algarabía y sarro.

Eran casi las cinco de la mañana, nos habíamos olvidado del taxista de afuera que, sin embargo, muy gallardo, nos seguía esperando según comprobaríamos después. Carajo, el tiempo apremiaba, se hacía muy temprano, pero los amigos seguían pacientes. Ya les había contado que estaba pujando por conseguir el dinero malhadado del ingeniero de la UNI. Así que me acerqué por última vez a pedirle a Ceferino que vaya a la caja y sacara el tiquet para poder entrar con Anaís. Le dije, ya cabrón, págame a la Anaís, es la última vez que te lo pido. Porque uno tambien debe guardar algo de dignidad.

Ceferino me ilusionó por las puras, me calentó con sus ofrecimientos en desmedro de mis anteriores certezas de no querer pagar nunca más por una puta. Ahora movía su cabeza de manera horizontal y lapidándome. Comencé a retirarme de La Nené. Fue así que le di la mano a Ceferino y un beso en cada mejilla a Anaicita. Antes de salir volteé a observar por última vez a ese parroquiano y esa mujer embrujadora. Con esa imagen silenciosa en mi cabeza los iba a recordar: Ceferino desternillándose, mostrando muy platudo sus dientes metálicos que morderían muy mal el cuerpo de Anaís, mientras ella le ponía sus manos de uñas rojas en el pecho, rogándole lo que toda la noche le rogó.

pD. Lo que está en rosado es el correo que me envió el Melón desde la comunidad de los Hare Krishnas, al pie de la carretera Pasamayito en el norte chico de Lima, adonde se ha retirado en busca de sexo espiritual (y, por eso, gratis).

10 comentarios:

Artemisia21 dijo...

asi que esta es la famosa NOCHE VIRGEN muche eh escuchado de este blog, sobre todo ayer jaja, haber que tal la haces en la radio de hecho que entro el jueves a escuchar de todo un poco :) ,ya tienes visitadora fija ..

Anónimo dijo...

hola°°°° aqui dejando un coment en su blog°°°° la vdd tengo 2 dias de aver comensado a oirlos, pero la vdd me enkanto su programa°°°ya tienen una fan +°°°°bueno me despido°°°°bexox°°°°

Atte: WIKIFRESA (PAOLA)

Fbio dijo...

Artemisia: gracias por darte un salto por aqui ya veras que no te decepcionaremos en la radio

Wiki: un gustaso! gracias por lo de fan! y como te comente viene mejoras y sorpresas! ;)

Fbio
Staff de Noches Virgenes

Dolores dijo...

pucha reiii un toke pero solo un toke largo tu post!!! xfin acabe de leerlo!
Jajaja....besooo pues muchachoooo

Lola P.
Manager de los virgenes.

Fbio dijo...

XS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
manager dice!
jajajajajajajajajajajaj
ya pes lola! tpc taaaaanto!!! jajajaja

[ [EBP]] dijo...

Un toque larga tu historia, para la proxima te recomiendo (xq a mi tb me ha pasado..) postearla por partes.. ;-)

Siempre he pensado que los burdeles tienen cierto señorial "encanto"... recuerdo la vez que entré por 1ra vez al troca del callao (un buen amigo de esos q nunca faltan me llevó). La 1ra media hora me la pasé mirando todo como cojudo sin reaccionar, pensando que esos mismos pasillos alguna vez fueron recorridos por mi viejo, mis tios, mis hermanos.. en fin hermano.. rios de leche (jaja)

La nené si no conozco, pero si "las cookies", que queda al frente jeje

Reiner Díaz dijo...

Querida visitadora Artemisia, los que hacen el program son Chris y Flavio, yo(reii) estoy atrapado en una provincia boscosa de Carolina del Sur, quE rabia. Escuchalos que lo hacen bien. Abrazos.

Yo te hago caso Lolita, cuando se trata de extensiones y medidas reglamentarias. Estaba consciente de la extension, x eso puse el correo del Melon como si fuera un recreo, un break, you know. Un beso carnavalesco. Manejame bien el programa, mua.

Estimado EBP, yo no se como hay gente que los repudia. Todos, desde los mas misios hasta los mas pitucos (que no conosco) encierran una belleza a descubrir, milveces mejor que esa mentirosa Jungla de mi laaaaargo post. Al frente de la NenE solo habia una fabrica, al costado debe ser, pero estaba mas carolina. Gracias por pasar, man.

Escuchen la radio: Jueves de 9 a 11. Viernes de 8 a 10. Y, si estan aburridos, los domingos antes de Futbol en America.

Dolores dijo...

reii lo maxiiimoo...jajaja antes de futbol en america!
QUE PASTEL!!!

lys dijo...

Y me lo he leído enterito.. algunas palabras se me escapan, pero no su intención. Una noche parrandera de esas que os da mucho de que hablar.

No te resulto, pero yo me he reído bastante.

Os dejo un beso, y os deseo éxito en la próxima intentada.

Reiner Díaz dijo...

Os repartiremos vuestro beso... y en la proxima intentada espero que nos acompañes con tu lectura fiel. Gracias por pasar.